Constanza Azul Pérez

Me propongo aceptar y perdonarme el estar en una encrucijada. Entre las cosas que siento, y las que debería sentir. Entre las que llego a hacer, y las que debería hacer. Entre las cosas que no acepto, y las que debería aceptar. Me propongo aceptar el desbalance, aceptar un retraso, permitime odiar lo que odio, aunque en el medio esté yo. Sin culpa. Sin culpa. Rechazo la forma material que se me impone. Me permito decir que no es mi culpa. Rechazo la unión indivisible de la mente y el cuerpo que me acompleja. No es mi culpa. Me siento incómoda, desagradable, incomprendida. No es mi culpa. Me preocupa la otredad y su percepción de mí. Me aterran las conciencias ajenas, e incluso la mía. No es mi culpa. No estoy bien. Me permito decir que no es mi culpa. Me pido una disculpa. Nadie tiene la culpa.

No recuerdo si antes me gustaba, recuerdo sí que antes podía y quería hacer muchas más cosas de las que siento que puedo hacer hoy. Cuando pienso en él o lo veo así de buenas a primeras, siento rechazo. Él no me hace favores, y yo decidí hacer lo mismo con él porque evidentemente nos odiamos el uno al otro. Muchas veces lo lastimo o lo arruino sin darme cuenta, distraída, ocupada en algo más, en cosas que evidentemente me gustan más que él. Quizás no me acuerdo si antes me gustaba porque antes me desagradaban solo una o dos cosas, como a la mayoría le ha de pasar, pero ahora es distinto porque el desagrado es total. No me gusta cómo se ve, no me gusta como se mueve ni cómo reposa, no me gusta como se siente, no me gusta cómo actúa, cómo funciona, no me gusta cómo duele, tampoco cómo se acomoda o desacomoda, su tensión, ni sus necesidades. No quiero que lo vean, no quiero que lo toquen, no soporto llevarlo a cuestas a todos lados sin poder abandonarlo. No puede hacer las cosas q...